En el dinámico mundo del comercio marítimo, el “agrupamiento de buques” se ha convertido en un fenómeno relevante que no debe pasarse por alto, especialmente en lo que respecta a la presión sobre los puertos y la posible congestión que podría derivarse de ello. Este término, acuñado por la consultora Sea-Intelligence, describe la situación en la que un mismo servicio de portacontenedores tiene múltiples buques programados para zarpar en una misma semana, lo que puede generar desafíos logísticos significativos.
Desde una perspectiva ideal de diseño de redes logísticas, se esperaría que cada servicio semanal de alta mar tuviera un buque programado para salir de su puerto de origen cada siete días. Sin embargo, la realidad es diferente. Factores como demoras en las embarcaciones, escasez de buques, o la incorporación de naves adicionales para atender la creciente demanda pueden llevar a que varias embarcaciones partan simultáneamente. Esto se traduce en una presión adicional sobre las infraestructuras portuarias, ya que, aunque la capacidad total ofrecida pueda parecer constante, la distribución de la carga de trabajo puede volverse altamente desbalanceada.
La consultora Sea-Intelligence ha identificado que, en los ocho años previos a la pandemia, el agrupamiento de buques se mantuvo en niveles relativamente bajos en las rutas entre Asia y el norte de Europa. Sin embargo, la pandemia provocó un aumento drástico de este fenómeno, aumentando la presión sobre los puertos. A finales de 2023, se observó una normalización en estos niveles; no obstante, la crisis del Mar Rojo en 2024 ha revertido esta tendencia, llevando el agrupamiento de buques nuevamente a cifras alarmantes, similares a las experimentadas durante el pico de la pandemia.
Este incremento en el agrupamiento tiene implicaciones directas en la operatividad portuaria. Aunque la planificación de la capacidad pueda parecer equilibrada, el hecho de que dos buques zarpen en una misma semana mientras que la siguiente no zarpa ninguno, puede generar una sobrecarga extrema en términos de operaciones portuarias. Esta situación no solo afecta el manejo en los puertos, sino que también repercute en el uso de otros modos de transporte, como camiones, ferrocarriles y barcazas, creando un efecto dominó que complica aún más la logística global.
Por tanto, es imperativo considerar el agrupamiento de buques como un indicador clave para analizar la presión existente sobre las infraestructuras portuarias. A la luz de los datos actuales, no se vislumbran señales de que esta presión vaya a disminuir en el corto plazo, lo que sugiere que los desafíos de congestión continuarán siendo una realidad a enfrentar por parte de los actores de la cadena de suministro.
Las empresas y responsables de la gestión portuaria deberán, por ende, implementar estrategias que aborden estas realidades cambiantes para mitigar el riesgo de congestión y asegurar un flujo eficiente del comercio internacional.
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